Señor Arrighi, usted es profesor en la Universidad de Picardía en Amiens. ¿En qué área trabaja exactamente?
Trabajo en diseño gráfico y artes visuales en general. También colaboro con historiadores del arte y, a través del CRAE (Centro de Investigación en Artes y Estética) pude plantear en diferentes momentos la temática del fútbol que considero como un „arte de la acción“. Esta idea, que proviene de mi cultura uruguaya (nací en Montevideo, y en Uruguay el fútbol es considerado como un arte), me llevó a desarrollar una actividad académica internacional. En 2011, fundé el GREFU (Grupo de Estudios del Fútbol del Uruguay) en la Facultad de Humanidades y actualmente estoy trabajando con investigadores belgas que, en terreno, desarrollan una perspectiva sociológica y arqueológica muy específica sobre el fútbol y producen una documentación gráfica muy buena.
La Universidad de Amiens lleva el nombre de Julio Verne. No necesariamente evoca el deporte o el fútbol. ¿Qué relaciona usted con el deporte y con el fútbol en particular?
Mi trabajo como historiador del fútbol va más allá del ámbito universitario. En la Universidad soy antes que nada un profesional del arte, y mi trabajo de investigación sobre el fútbol es, en cierto modo, una extensión singular inesperada. Estoy escribiendo actualmente una geografía futbolística de Montevideo que se relaciona con un tema de investigación oficial („artes y territorios“) dado que las canchas de fútbol de todo tipo (jardines, escuelas, terrenos baldíos o improvisados, clubes, etc.) son también talleres y galerías donde se forman y donde exponen los artistas del balón. Dicho esto, hago una diferencia entre deporte y juego, entre atletismo y fútbol. El deporte es, en mi opinión, y así pensaban los líderes olímpicos dl tiempo de Coubertin, una performance que parte de una „actividad natural ya existente“ (correr, saltar, caminar, nadar, pelear, levantar objetos pesados, lanzar flechas, etcétera). La actividad preexiste en la realidad social „antes“ de que el deporte la aproveche para desarrollarla. El juego es otra cosa: es un invento total que, sobre la base de ciertas reglas, desarrolla técnicas y formas de pensar que no existen en la „sociedad real“. Sólo jugamos al fútbol cuando jugamos al fútbol.
Su nuevo libro tiene el título espectacular „36 mentiras de Jules Rimet“. Es tajante. ¿De qué acusa usted a Jules Rimet?
Cuando Rimet se retiró, escribió un libro: „Historia maravillosa de la Copa del Mundo“. La primera parte cuenta la historia de la creación de la Copa del Mundo y abarca el período que va del nacimiento de la FIFA (1902-1904) hasta el inicio de la Copa del Mundo de 1930 en Uruguay. Esta parte es una serie de manipulaciones de los hechos que permiten a Rimet valorizarse, usurpar méritos que pertenecen a otros dirigentes, y finalmente, presentarse como „el inventor absoluto del Campeonato Mundial de Fútbol“ cuya primera edición habría sido la de 1930. Rimet afirma que la idea de organizar el campeonato mundial en Uruguay se le ocurrió en 1924; que presentó el proyecto en 1925 a su „cómplice“, el diplomático uruguayo Enrique Buero; que en Barcelona, en 1929, maniobró para hacer triunfar la candidatura de Montevideo; y que posteriormente obtuvo, mediante un despliegue de grandes esfuerzos y sacrificios, la participación de cuatro equipos europeos, incluyendo a Francia. Los documentos, y sobre todo el libro publicado por su supuesto cómplice en 1932, „Negociaciones internacionales“, muestran que todo esto es un invento. Por cierto, cuando el libro salió en 1954, los líderes europeos, que conocían la verdad, lo ignoraron por completo. Las ficciones de Rimet fueron resucitadas mucho después por el presidente brasileño de la FIFA Joao Havelange que, sin mencionar explícitamente la fuente, recuperó las historias del francés para confeccionar una especie de evangelio al servicio de la federación internacional. Así, Rimet se convirtió en „padre-fundador“ de una FIFA expansiva y de su religión, el fútbol.
¿Porqué cree que Jules Rimet mintió?
Hay múltiples razones. Motivos personales, circunstanciales, institucionales y también históricos y futbolísticos. A nivel personal, Rimet tenía la pretensión de obtener el Premio Nobel de la Paz, a pesar de su trayectoria política turbia en muchos aspectos. Imaginó entonces un relato histórico que iba contra su principal „adversario“, Coubertin. El fundador de los Juegos sí podía presumir de haber buscado la „paz en el mundo“ a través del deporte, y sin mentir, presentarse como el inventor absoluto de los Juegos Olímpicos modernos. En su libro, Rimet se encargó de demoler el trabajo del Barón y de oponerle „la historia más maravillosa“ de la creación de la Copa del Mundo de fútbol. Rimet inició el culto de su propia personalidad justo después de la guerra. En 1946, obtuvo que se rebautizara el campeonato del mundo con el nombre de „Copa Jules Rimet“. No es muy modesto. Las razones institucionales de las mentiras de Rimet están relacionadas con un hecho importante: exceptuando la corta época de la presidencia de Guérin (1904-1905), la coordinación internacional que cobró forma con la FIFA en 1904 tuvo siempre como prioridad el desarrollo de su propio poder y de su propio aparato de control, no el desarrollo del fútbol. En 1905, los ingleses y los belgas sabotearon el proyecto de Copa Internacional proyectado por el francés Guérin para favorecer la toma del poder por la Football Association. Se gestó entonces el ADN de la FIFA. Maniobras del mismo tipo impidieron la creación de una Copa de Europa en 1927 y llevaron al sabotaje de la Copa del Mundo en 1930, liderado por el propio Rimet, en contra del voto del Congreso. Esta tradición de „un fútbol al servicio del aparato“ y no de „un aparato al servicio del fútbol“ aún no ha sido objeto de autocrítica por parte de la federación. Finalmente, hay razones puramente futbolísticas. Uruguay tuvo la „desgracia“ de ganar los tres primeros torneos mundiales, y los cuatro en los cuales participó entre 1924 y 1950. En cada ocasión, su victoria traumatizó a los perdedores que no entendían cómo podían perder ante un adversario tan „pequeño“. Francia, Suiza, Holanda, Argentina, Brasil sufrieron, a veces mucho, por culpa de este „patito feo“. La acumulación de traumas favoreció la instalación de un olvido interesado, y el vacío así producido se llenó con hechos revisados.
En el texto original del libro de Jules Rimet „La maravillosa historia del Campeonato del Mundo“, hay un capítulo que describe la creación de la primera Copa del Mundo. Este capítulo ya no figura en una edición posterior del libro. ¿Cómo explicar esto?
En el momento de la publicación de esta reedición, en 2014, pedí una explicación a su responsable, Renaud Leblond, pero no obtuve una respuesta. Es sin embargo la parte más fuerte que se cortó, la más importante, la que más te marca. Esta censura, a mi entender criticable y no mencionada en el prefacio, es en realidad un encubrimiento. Pienso que Leblond es consciente de que dicha primera parte está saturada de mentiras y de cuentos, de que es indicativa de una psicología muy especial, casi enfermiza. Los universitarios que trabajaron con la FIFA tambien lo saben. La reedición de este texto habría significado, por tanto, exponerse demasiado. Además, para la memoria de Rimet, es mejor hacer creer a la gente que su título de inventor de la Copa del Mundo le fue otorgado por otros, no por él mismo.
Hoy eso que usted considera mentira forma parte de la historia de la FIFA. ¿La FIFA no conoce los hechos?
La „FIFA“ no es una realidad sólida, coherente e inteligente. No es un cuerpo científico. Es solo un conjunto de personas que ocupan puestos y reciben salarios en el seno de una empresa. En 2016, tuve la oportunidad de entrevistar a todos los candidatos a la Presidencia de la FIFA y pude comprobar su total ignorancia en materia de historia y de archivos. Estos dirigentes no son historiadores y cuando llegan al poder, su preocupación no es consultar los documentos sino desarrollar su política. La FIFA es internacional para algunas cosas, pero cuando se trata de escribir la historia del fútbol es „francesa“ bajo Blatter, „inglesa“ bajo Infantino, etcétera. Grupos de presión más o menos académicos giran en torno a la FIFA desde hace veinte años y terminan imponiendo cierto relato favorable a su nación, siempre y cuando respeten dos ideas centrales: que la FIFA siempre ha actuado bien y que el Campeonato del Mundo es una creación exclusiva de la FIFA, su „marca registrada“. El problema es que, por un lado la FIFA ha actuado a menudo contra el fútbol y, por otro, los Campeonatos del Mundo de 1924 y 1930 por ejemplo no son creaciones de la FIFA sino de la Federación Francesa y de la Asociación Uruguaya de Fútbol respectivamente. Los libros „oficiales“ de la FIFA están escritos por un puñado de personas, no por comités de historiadores representativos de diferentes continentes. Estos redactores contratados por la federación internacional no rechazan el ofrecimiento sino que, por el contrario, se aprovechan de su posición abusiva y bien remunerada. El resultado en el papel es una visión siempre partididaria de la historia que complace al presidente de turno. En este sentido, el libro de Rimet hizo escuela: presentó un relato totalmente condicionado por la idea de dar una excelente imagen del aparato y de su jefe.
Según la historia de la FIFA, Uruguay ha ganado dos veces la Copa del Mundo: en la primera Copa Mundial de la FIFA en Uruguay en 1930 y en Brasil en 1950. Usted dice que Uruguay ganó la Copa del Mundo cuatro veces. ¿Cómo se explican estas diferentes representaciones?
No hay realmente una „historia de la FIFA“. En 2004, „la FIFA“ dijo que la primera Copa del Mundo se celebró en 1930, pero en 2017, en su reciente libro, ¡sostuvo que el torneo de 1908 disputado en Londres fue el primer Campeonato del Mundo de la historia!. Las dos „teorías“ son absurdas y contradicen tanto lo que expresaron los documentos oficiales redactados en su momento por los organizadores como lo que dijo la prensa y lo que pensaban los contemporáneos. Además, la FIFA atribuye a los uruguayos, belgas e ingleses „otros títulos de la FIFA“ por sus victorias olímpicas de 1908 a 1928, pero no es capaz de decirnos cuál es la naturaleza exacta de estos títulos ni cómo se llaman. Confunde incluso al equipo inglés con el equipo olímpico de Gran Bretaña. En 1924, la vanguardia del fútbol no era la FIFA, que apenas renacía, sino los líderes intelectuales que gravitaban en torno a la Federación Francesa en Europa y a la Asociación Uruguaya en América del Sur. Personas como Gabriel Hanot, Gautier-Chaumet, Achille Duchenne, Lucien Gamblin, Héctor Gómez, Rodolfo Bermúdez, José María Delgado. En 1923, la federación francesa convocó un Campeonato Mundial en el marco de los Juegos Olímpicos de 1924 y calificó oficialmente este campeonato como „Torneo Mundial de Fútbol“. Rimet era entonces presidente de la FFFA, de la FIFA, del Tribunal de Apelaciones, vicepresidente del Comité Olímpico Francés, etcétera, y siguió el movimiento. Fue así que instituyó el primer campeonato mundial, pero lo hizo desde la FFFA, no desde la FIFA. De hecho, el primer campeonato del mundo fue creado por la FFFA de Rimet gracias a Coubertin. No es obra de la FIFA porque la FIFA de ese momento era una retaguardia, dividida, en mal estado, un organismo impotente que en 20 años de existencia no había sido capaz de organizar un solo partido de fútbol. Además, la FIFA ocultaba el ideal mundialista para no molestar a los ingleses. Proclamar una Copa del Mundo habría impedido su retorno. En 1928 pasó lo mismo, y en 1930 también. ¡El 10 de marzo de 1930, cuatro meses antes del inicio de la Copa del Mundo, Rimet quiso reemplazar el Mundial por una Copa de Europa en Roma! Por eso, podemos decir que en 1924 el campeonato mundial fue „de la asociación francesa“ y en 1930 „de la asociación uruguaya“.
En 2020, la Copa Mundial de la FIFA cumplirá 90 años. Seguramente se publicará mucho en los próximos tiempos. ¿Cree usted que la FIFA cambiará su historiografía a la luz de estos „nuevos“ hechos?
Por ahora no toma ese camino. El reciente libro del Museo de la FIFA da marcha atrás en muchos aspectos y marca el retorno de las teorías que los líderes ingleses emitieron en 1904 para impedir el nacimiento de la Federación Internacional. La figura del fundador de la FIFA, Robert Guérin, desapareció totalmente, y sin embargo, es el más grande dirigente de la federación. La perspectiva del Centenario del „Torneo Mundial“ de 1924 en 2024 en París, y la del Centenario de 1930, llevará a que se planteen ciertas preguntas. ¿Acaso se celebrará la Copa Mundial del 2030 en Gran Bretaña sabiendo que los británicos ignoraron, burlaron, cuando no sabotearon los campeonatos de la FIFA entre 1924 y 1938? ¿O se reconocerá por fin el hecho de que los sudamericanos salvaron a la FIFA de la vergüenza en 1930 asumiendo contra viento y marea la organización de esta competencia del otro lado del Atlántico? Creo más bien que con el tiempo, la FIFA se dará cuenta de que no es su trabajo escribir la historia del fútbol, que no es capaz de hacerlo y que sus intentos sucesivos sólo han servido para multiplicar las incoherencias, contradicciones y absurdidades. Esto implica una revolución cultural que supone compartir intelectualmente, y también instaurar otra forma de concebir el poder y de distribuir los frutos materiales que emanan del fútbol.